Luces y sombras: una dualidad inevitable
Es la luz quien alumbra esas zonas nuestras que creemos ocultas, y es la oscuridad quien nos permite encontrarlas.
Todo ser humano convive con una dualidad compleja y propia de su especie: las luces y las sombras.
Es innegable que estamos compuestos de ambas, y que tanto la luz como la oscuridad son importantes. Se complementan y se necesitan mutuamente para coexistir.
Somos la fusión de una y otra, aunque a veces sintamos que las tinieblas nos someten. Lograr el equilibrio debe ser nuestro objetivo, ya que demasiada luz puede cegarnos, y el exceso de oscuridad, hacernos perder el rumbo.
Por ello, es esencial recordar el valor de ambas partes: es la luz quien alumbra esas zonas nuestras que creemos ocultas, y es la oscuridad quien nos permite encontrarlas. Ser consciente de este hecho, aceptarlo y reconocernos así, es fundamental para conocernos y fomentar el amor propio. El autoconocimiento es lo único que verdaderamente puede salvarnos.
Cuando las heridas del pasado se vuelven más dolorosas en el presente, puede ser útil recordar esta dualidad de nuestro ser. La noche que arrastramos debe ser entendida por nuestras almas para poder avanzar y evitar estancarnos en los mismos patrones dañinos de siempre.
Tenemos que encontrar nuestro oasis interior, para que, cuando el calor del desierto sea abrasador y creamos morir en el intento, sepamos que contamos con un lugar donde saciar nuestra sed. Un lugar que no debemos buscar fuera, sino dentro de nosotros mismos.
Para ello, es clave entrenar nuestra fuerza de voluntad y alcanzar el impulso necesario para continuar explorándonos, alejándonos de tentadores espejismos que nos desvían del camino. Debemos tener presente que muchas veces nos dejaremos llevar por la inercia de deseos ficticios que, en realidad, no nos pertenecen, y que la sociedad nos ha impuesto. Pero esto no debe alejarnos del principal objetivo: nuestro bienestar.
Tenemos que actuar desde lo más profundo de nuestro ser, con la mayor honestidad posible, dándole un sentido propio a nuestra vida. Solo así —soltando los juicios sobre nuestra persona, liberándonos de la culpa y comprendiendo nuestra historia de vida—podremos gestionar la convivencia de las luces y las sombras en nuestro cuerpo y espíritu.
Sabernos humanos es actuar como tales, olvidando el concepto de la perfección en cualquiera de sus formas, pues no nos corresponde. No estamos hechos para ser máquinas vacías de sentimientos que actúan según su conveniencia; no nos corresponde ir en contra de nuestra naturaleza.
Sería una enorme fuente de sufrimiento pretender eliminar nuestra oscuridad, desperdiciando energía en algo imposible.
Ya es hora de deshacernos de esa presión que nos impusieron desde que nacimos y que reproducimos por costumbre. Ya es hora de respirar tranquilos, sabiendo quiénes somos. Que nada ni nadie nos haga dudar de la existencia de nuestra luz.
Esto no se trata de una lucha entre luces y sombras, ni de ninguna guerra. Soltemos las armas, dejemos de estar constantemente en alerta. Esto consiste en firmar un tratado de paz con nosotros mismos, comprometiéndonos a aceptar todas nuestras facetas y a esforzarnos por comprenderlas.
Imagen de Kjpargeter en Freepik
Gracias a ti por leerme y comentar!
Me encanta!!! Muchísimas gracias